Cedar Lane, 197, en la ciudad de Ossining, a una hora de Manhattan, es la dirección de una casa llamada ‘Afterwhiles’, que ha aparecido en el escaparate de las inmobiliarias locales. Su última ocupante murió en primavera y los hijos del escritor la venden. No quieren vivir allí. Piden 525.000 dólares (390.000 euros) aunque advierten de que el edificio requiere reformas. La propiedad incluye 24.000 metros cuadrados de finca y, atención, unas cuantas cajas de recuerdos de los anteriores dueños, el señor Cheever y su mujer Mary. Libros, fotografías, recortes… Su hija Susan ya ha explicado que todo lo que ella y sus hermanos querían llevarse del lugar ya está lejos de Ossining.
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Pobreza vieja e hidalga, eso sí. El primer Cheever que llegó a América se llamaba Ezekiel y se dedicó a dar clases de latín en 1681. Sus hijos y nietos se dedicaron al comercio y a la navegación, viajaron a China, no les fue del todo mal. Hasta que le llegó el turno al abuelo de John, Frederick Lincooln Cheever, que se arruinó en 1873 y murió como peor pudo en 1882. Su nieto estaba convencido de que se había suicidado pero en su acta de defunción aparecían las palabras «alcohol y opio. ‘Delirium tremens'». La siguiente generación no pudo levantar el vuelo. El padre del escritor quiso vender zapatos y estuvo a punto de prosperar pero salió malherido de la crisis de 1928. Bebía mucho y era insondable. Y así, John Cheever nació (en 1912) y creció en Quincy, en Boston, en un buen barrio, en una casa que había sido noble pero que se había convertido en una pensión para que la familia pudiera sobrevivir. Una humillación y un modo de vida sórdido para John.
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Luis Alemany
El Mundo
30 de julio, 2014
¡Gracias Jorge por la referencia!